¿Que comemos cuando llega el Invierno?
Nuestro cuerpo debe adecuarse a bajas temperaturas y a la falta de sol en nuestra piel. La naturaleza, muy sabia, nos da alimentos de temporada que aportan esas propiedades que nos ayudan a afrontar los meses de otoño e invierno y combatir los catarros, resfriados tan propios de estas fechas.
En otoño e invierno disponemos de alimentos de temporada calóricos, como legumbres, patatas que nos sirven para ir acumulando reservas de energía. En estas fechas, las temperaturas bajan y nuestro organismo necesita más calorías para mantener el calor corporal.
¿Que alimentos tenemos en invierno?
La mayoría de las verduras y frutas de clima cálido se caracterizan porque su parte comestible es el fruto: calabaza, calabacín, pimiento, tomate (buey y rosado), melón, sandía, pepino. Y las de clima templado o frío, propias de esta temporada, ofrecen como parte comestible las hojas, bulbos o raíces: acelga, espinacas, puerros, col, coliflor ajo, cebolla, rábano.
El alimento de temporada es casi siempre el que más conviene a los consumidores: normalmente más económico. Además, consumiendo productos de temporada contribuimos a respetar el ciclo natural de producción, lo que repercute positivamente en el medio ambiente.
¿Qué verduras nos ayudan contra el resfriado?
Acelgas y espinacas, alcachofas, calabaza, col (berza o repollo), coliflor o pella, coles de Bruselas, champiñones, guisantes, judías verdes, puerros, cardo, remolacha, rábano, lechuga de hoja de roble, berros son verduras de invierno. Durante estos meses, pocas personas se librarán de dolencias respiratorias, como un resfriado o una bronquitis. La tos es el síntoma más común de las tan frecuentes como indeseadas enfermedades del aparato respiratorio. Hemos de aprovechar que tenemos a nuestra disposición vegetales de temporada con propiedades muy útiles ante estas afecciones tan molestas. Por ejemplo, las hortalizas aliáceas (cebolla, ajo, puerro) tienen propiedades mucolíticas y antisépticas: ablandan la mucosidad, favorecen la expulsión de moco y actúan contra los gérmenes (bacterias o virus) causantes o agravantes de la afección. La inhalación de la esencia que desprende una cebolla o cualquier otra hortaliza aliácea ayuda a eliminar la mucosidad e incluso puede aliviar la tos.
¿Por qué necesitamos las vitaminas C y A?
El déficit de vitamina C reduce la resistencia a las infecciones, lo que puede comprometer nuestra salud. Las verduras de la familia de las coles son las más ricas en vitamina C y ácido cítrico, que potencia la acción beneficiosa de esta vitamina. Igualmente, se consideran fuente importante de antioxidantes naturales: antocianinas (color morado), beta-carotenos (color amarillo-anaranjado-rojizo, enmascarado por la clorofila) y compuestos sulfurosos.
Por otra parte, nuestro organismo necesita vitamina A para mantener en buen estado la piel y las mucosas (entre ellas, las que recubren el interior de los bronquios) y reducir el riesgo de afecciones respiratorias. La zanahoria es el alimento más abundante en beta caroteno, antioxidante que en el intestino acaba transformándose en vitamina A a medida que el organismo la necesita. Las verduras de hoja de temporada (acelga, espinacas, endivia, borraja) son ricas en folatos y fibra y aportan asimismo beta-carotenos (el color naranja está enmascarado en estas verduras por el pigmento clorofila) y vitamina C (salvo la endibia).
La vitamina C es sensible al calor y a la oxidación. De ahí el interés de incluir cada día verduras crudas en forma de ensaladas o ligeramente cocinadas para minimizar las pérdidas de este nutriente.
¿Las Frutas ayudan a tu salud?
Kiwi, limón, mandarina, naranja, pomelo, frutas tropicales (papaya, chirimoya, piña),son frutas de esta temporada que conviene consumir para proveernos de vitaminas. De hecho, la abundancia vitamínica es una de las principales señas de identidad de cualquier fruta, si bien unas contienen vitaminas que apenas aparecen en otras.
Todas las frutas de invierno son muy ricas en ácido ascórbico o vitamina C. Los cítricos constituyen la primera fuente de esta vitamina, a excepción del kiwi que concentra la mayor cantidad de este nutriente. También contienen ácidos orgánicos como el cítrico, que les confieren sabores ligeramente ácidos. Este último potencia la acción de la vitamina C.
Además de la vitamina C, en las frutas de invierno destaca el elevado contenido en carotenoides, pigmentos vegetales con capacidad antioxidante. En estas frutas abunda también la fibra, mayoritariamente soluble: pectina y mucílagos. En los cítricos, la fibra (pectina) se concentra en la parte blanca que cubre la pulpa, que no hay por qué desechar. El color de naranjas, mandarinas y pomelos lo aporta el beta-caroteno, del que aprovechamos sus propiedades beneficiosas. El valor energético de las frutas de invierno viene determinado por el contenido en hidratos de carbono simples (glucosa, sacarosa y, principalmente, fructosa). La proporción es distinta según las especies, registrándose variaciones importantes dentro de la misma especie. Las más ricas en azúcares son las frutas desecadas (dátiles, higos secos), seguidas de las tropicales: chirimoya, níspero maduro, caqui, mango y piña tropical.
La fruta, mejor entera. La mejor forma de aprovechar las cualidades nutritivas de cualquier fruta es consumiéndola cruda. Conviene no excederse en el pelado, ya que la parte más externa, justo debajo de la piel, es la que concentra mayor cantidad de vitaminas. Si opta por tomarla con piel, no olvide lavarla para eliminar los posibles restos de pesticidas y otros contaminantes que pudieran hallarse concentrados en la piel. Trocear la fruta supone poner mayor superficie de los alimentos en contacto con el oxígeno, por lo que la pérdida de vitaminas por oxidación es mayor. Por tanto, lo más recomendable es partirla justo en el momento en que se vaya a consumir.